viernes, 29 de julio de 2011
Me cambié de casa:
www.lajirafadeharina.wordpress.com
Nos vemos por allá.
miércoles, 30 de marzo de 2011
PRESUNTO CULPABLE (2011)
Aproximadamente cada dos años aparece en cartelera una película que invita a que los maestros de cívica y ética del país se unan para obligar a todos y cada uno de sus alumnos a que vayan a verla y, después, escriban un ensayo de tres páginas acerca de ella para poder así “convertirse en mexicanos de bien”. Una de esas películas que incita a apedrear a todo aquel que ose siquiera pensar, mucho menos decir en voz alta, que no tiene ganas de verla, que no se le antoja. “Presunto Culpable” una de las películas mexicanas más rentables del año, cae en ésta categoría al cumplir éstos requisitos.
Lo extraño de éste caso es que estoy hablando de un documental. Y no sólo un documental; es un documental mexicano. Excepto por esa época del año en que la gente se emociona por el Festival Ambulante porque suele dar un nivel de alternativez a quien asiste, anualmente un manojo de documentales mexicanos entran y salen de las carteleras nacionales, a veces sin que los empleados del cine las noten. Al igual que “Presunto Culpable”, la mayoría de ellos tocan el tema de “miren todos lo jodido que es mi país, ¿verdad que está bien jodido?” Así que, ¿por qué “Presunto Culpable” resultó ser tan especial? ¿Es porque tiene un tema novedoso o, quizá, porque contiene un enfoque único y nunca antes visto?
Nada de eso. Siendo sincero, dista mucho de esos dos apartados. La película debe su popularidad a algo más básico: su campaña publicitaria.
Y no, no me refiero a aquel épico tráiler de tres minutos que nos era enjaretado antes de todas y cada una de las películas en el cine, que terminaba con la egocéntrica frase de “La película que todo México tiene que ver” (que siempre pensé que estaba a nada de decir “La película que definitivamente va a ganar todos los premios de todas las categorías de los Oscares”). Me refiero a la campaña de “ya sé que es la película número 245 que insiste en que México está muy mal en sentidos legales, ¡PERO NO PUEDO EVITAR CENSURARLA AHORA MISMO! ¡VAYAN LACAYOS, VAYAN Y PUBLIQUEN ÉSTE DECRETO EN TODOS LOS DIARIOS DEL PAÍS! ¡SEGURO ASÍ NADIE SE ATREVERÁ A VERLA!”
Los noticieros no se hartaban de hablar de ella, los periódicos imprimían artículos de siete páginas alabándola, parecía que no había nada más de qué hablar en Twitter o Facebook y era el tema obligado en las reuniones familiares. Si hubiera sido posible que sacaran una sopa de letras especial con sólo las letras que componen el título de la película, lo hubieran hecho con tal de que todos nos hartáramos de ella y fuéramos a verla. Era virtualmente imposible escapar de ella. Se había convertido en el tema de moda del país.
A mí me importaba un cacahuate su existencia, me habían perdido con su aparente altivez y me juré no verla sino hasta el 2020, cuando ya nadie se acordara de su existencia. Pero, resulta que era insistente la maldita y que mi fuerza de voluntad no resistió mucho. Entré a la película listísimo para decir que era una película tremendamente mala, aburrida y mal llevada a cabo que sólo se sostenía por el morbo. Entré dispuesto a odiarla porque me tenían hartos de alabanzas por todas partes. Estaba total y completamente predispuesto a odiarla. Me obligaba internamente a despreciarla con el alma entera, con cada mililitro de jugo gástrico dentro de mi ser.
No me duele admitirlo, pero en realidad no estuvo mal. En verdad que no estuvo mal. Puedo hasta asegurar que la disfruté. Cabe aclarar, eso sí, que lo mejor terminó siendo el nombre de la productora “ABOGADOS CON CÁMARAS”. Best. Name. Ever.
Tras verla, “Presunto Culpable” resulta ser la unilateralísima (y pobremente editada) historia de cómo dos bondadosos abogados que tiene los recursos para estudiar una maestría en el extranjero (no creo que mi envidia se lea muy sutil en éste apartado), dejan de lado sus futuros estudios para salvar a un pobre inocente de una pena encarcelatoria que no se merecía. Y al final lo logran. No, no es spoiler. No sólo el tráiler que cuenta la película completa lo deja bastante obvio desde un principio, sino que es una película hecha por abogados; es obvio que al final lograrían conseguir su libertad. Digo, hay que recordar que se trata de abogados, no de esos seres oscuros y míticos (llamados popularmente “comunicólogos”) que creen que solamente demostrando que todo es triste, feo y jodido pueden lograr transmitir su mensaje “porque así es más poderoso.”
Pero a pesar de todo, la película no deja de ser lo que admite ser desde un principio: un proyecto de vanidad de dos abogados que, hartos de que el país donde les tocó vivir fuera analfabeta por elección e ignorara todos sus estudios, investigaciones y libros acerca del tema, se vieron obligados a hacer una película para recibir la atención merecida.
Por eso mismo es que me molesta que tanta gente diga “Sí, es la película que se atreve a decir lo que es un secreto a voces”. Miren, hay una cosa que se llama LIBROS, sé que son pocas las personas privilegiadas que pueden afirmar que conocen uno (peor, poseer uno o, Dios nos libre, haber leído uno), pero llevan casi un siglo diciendo lo mismo que “Presunto Culpbale”. Claro, probablemente no lo hacían a través de un dramón legal de corte telenovelesco, pero lo han dicho, lo dicen y lo seguirán diciendo.
¿En serio tantos necesitaban un documental en pleno 2011 para entender lo que está mal no sólo en el sistema de Gobierno o la manera en la que se aplica justicia, sino también lo mal que estamos como sociedad?
Antes de verla ya sabía que el método legal de México distaba mucho de ser tan dramáticamente interesante de presenciar cada dos días, como sucede con el de Estados Unidos, pero jamás me imaginé que fuera así de espantoso. Y no digo en el marco legal (que eso es saber popular comprobado por más de siete generaciones), sino que es una cosa lentísima, aburrida y hecha un desbarajuste donde sólo las hojas impresas y con sellito de papá Gobierno que diga “Si Trabaja” pueden hablar. Las personas pasan a noveno término, y si bien les va. Si antes no tenía ganas de ser abogado, ésta película hundió todavía más el poco glamour e interés que le adjudicaba a esta profesión. Es por trabajos como éste que les llamamos “trabajos” a los trabajos…
Regresando al tema, casi puedo asegurar que disfruté ver la película, pero eso no quiere decir que sea perfecta. Aún me queda la duda de por qué demonios agarraron a Toño, el vendedor de videojuegos y software pirata que es nuestro protagonista. México D.F. alberga a millones de habitantes y lo agarran justo a él. ¿Por qué él en específico? ¿No? ¿Nada? ¿Ni si quiera una mala excusa? Bueno, entonces, entiendo la descarada unilateralidad pero, ¿puedo saber cuáles fueron los argumentos de la abogada cuyo trabajo era inculparlo? ¿Podemos saber CUÁL fue su trabajo? ¿Sus argumentos? ¿No? ¿Tampoco? ¿Namás está de adorno y para decir una línea para el tráiler? ¿De verdad? ¿No piensan ponerla a hablar en cuadro alguna otra vez? ¿Seguros? Ok, pues…
Y al final, como dije, resulta ser buena. A pesar del aparente egocentrismo de su promoción, se ve que los involucrados sabían qué hacían y, más importante, por qué lo hacían. Considero que es una película recomendada y recomendable, pero dista mucho de ser una película se tenga que ver.
Sólo quisiera encontrar a algún crítico en internet que diga a todo pulmón (o en mayúsculas Y negritas) que no le gustó, que fue una experiencia terrible o que fue una de las peores películas que ha visto en su vida. Sé que debe haber alguien por ahí que lo piense, pero me temo que no lo dice por miedo a las represalias de todos los fans exacerbados que generó la película. En algún lugar del país debe haber alguien que se atreva a decir algo en contra de la película; alguien que no la recomiende ni a sus peores enemigos.
Dios sabe que yo quise ser el primero…
lunes, 21 de febrero de 2011
La H. H. Botellita de Jerez en Villa Pingüino
“LUNA MISTERIOSA, DÉJAME LLEGAR A TÍ”
Como en cualquier otro día de mi rutinaria existencia, me vi obligado a utilizar el transporte de ganado urbano. Me encontraba encaramado contra la ventana por la fuerza centrífuga que aplicaba una señora (y su dotación quincenal de bolsas del súper) contra mi cuerpo. Todo pintaba para ser un día normal. Pero, entonces, mientras el sudor que expiraba mi compañera de asiento se acercaba peligrosamente a mi ojo izquierdo, el conductor decidió que era el momento ideal para detener el camión y salir a comprar un refresco. A punto de maldecir a la vida misma, capté a lo lejos una imagen que me hizo olvidar todo: una imagen que, desde hace años, soñé que podría ver.
Después de no saber nada del documental/película “Plan B” de Botellita de Jerez (excepto que, según fuentes confiables, ya estaba terminado desde mediados del 2009), y de estar a punto de asistir al Vive Latino sólo para verlos antes de que se nos murieran, me encontraba frente al anuncio que esperé por más de siete años. Malamente pegado a un poste con cinta adhesiva, estaba un cartel en donde se podía obviar el hecho de que se atrevieran a usar comic sans en él (porque, todos sabemos que aparte de ser la tipografía más bonita sobre la tierra, es la encarnación letrosa de lo que representan los botellos) sólo porque las palabras “Botellita de Jerez en San Luis Potosí” relucían más que cualquier cosa. Siete sencillas palabras que llenaron muchos ojos con ese brillo de inocencia y esperanza que se esfumó el día que nos enteramos lo que realmente quiere decir “educación pública”.
No era importante saber el cómo, el por qué o el quién hizo todo esto posible. Lo que importaba era saber que los botellos (y sus respectivos tanques de oxígeno) tocarían en vivo en el único lugar ad/hoc a su música que conozco en San Luis: la Arena Coliseo.
Finalmente, llega el día acordado: 12 de febrero del 2011. Estoy en la fila, contando los minutos para poder ver a Botellita de Jerez, ese grupo que descubrí que existía a principios del 2001 (sólo para descubrir una semana después que ya no existían). Y parece que todos los que nos apretujamos en la banqueta sonreímos al unísono. Los botellos tocarían en San Luis por primera vez en la historia. Por primera vez en mi historia al menos.
Como era de esperarse, tanto el boleto como el cartel prometían “acceso a las 7:00 P.M.”, lo que en idioma de concierto se traduce en “vamos a abrir la puerta a las nueve de la noche, por si les interesa”. Ninguna novedad en este departamento para quienes no somos nuevos en esto de los conciertos, pero no se negará que es un tanto cansado estar parados en el mismo punto de la banqueta por dos horas. A la hora tácitamente prometida, finalmente accedimos a la Árena Coliseo los 530 señores rockeros con sus hijos y esposas, “chavos alternativos en onda”, y fans de todas las edades que habíamos soñado que éste día llegaría.
Al entrar, nuestras miradas se depositan instantáneamente en el pequeño ring luchístico donde, en sólo minutos, se subirían los tres integrantes originales de Botellita de Jerez. No sólo luce como el escenario perfecto, muy al estilo art nacó que los representa, sino que además, las bocinas y partes de la bataquería estaban cubiertas de peluche rosa. No sé cuántos animales rellenos tuvieron que dar su vida para que éste día llegara, pero prefiero no pensar en ello.
Antes de poder ver a los rucos en acción, se presentaría “en vivo” el no tan mítico documental antes conocido como “Plan B” (ahora “¡Naco Es Chido!”). ¿Película y concierto? Entonces no es pagamos sólo un concierto, estamos hablando de “Botellita de Jerez: la experiencia interactiva”.
“PIDEN CONCIERTO, LES DAN UN HUESO”
Llevamos hora y media sentados en las anatómicamente (in)correctas gradas de la Arena Coliseo. Frente a nosotros (o a 35 grados hacia la derecha o a la izquierda, según sea el caso) se proyecta en una pantalla aparentemente improvisada la película prometida. A estas alturas, se puede asegurar que a todos los integrantes del público ya nos quedó sumamente claro el por qué nunca se había ofrecido un paquete “interactivo” como éste.
No me siento capaz de culpar a nadie. Tampoco creo que sea necesario. Entiendo las razones por las que se ofrecía el paquete completo. Tiene sentido. Ves un documental de los botellos y, luego, los ves tocar. Se escucha como el plan perfecto. Así se le saca todo el jugo posible al precio del boleto, y el único resultado posible serían fans contentos.
Pero los que estamos aplatanados en las gradas con la mirada relativamente fija en la pantalla, llegamos a una conclusión muy importante: no importa qué tan buena pueda ser, una película no tiene el poder de prender al público. Cosa que se comprueba con los centenares de chiflidos de impaciencia que se dejan escuchar en todos los rincones de la Arena Coliseo.
No es que fuera mala la película pero, vamos, ninguno de nosotros pagó porque le prometieron “ver cómo los botellos se sientan junto a usted a ver la película que hicieron, sin hacer ningún comentario y, si creen que vale la pena, puede que toquen”.
A manera de método de presión, más de la mitad de los asistentes se encaraman al frente del escenario. Piden a gritos y a chiflidos que apaguen esa pantalla y les pongan enfrente a la banda que vinieron a ver. Los organizadores, firmes en su decisión, dejan correr el DVD hasta que se terminaran los créditos, sin importarles que gracias a la suma de la baja calidad de audio de las bocinas conectadas al proyector y los chiflidos, nadie entiende qué diablos pasó en los últimos cuarenta y cinco minutos de la película. El staff prometió que pasarían la película completa antes del concierto, y no se van a echar para atrás. Poco les importa el concurso de “a ver quién chifla más agudo” que se organiza entre el público.
Pero, bueno, pudo ser peor. Pudo ser una banda de covers ochenteros…
Finalmente, la película llega a su fin. No supe cómo porque, al final, ya no pude escuchar nada. Las luces cambian. Los chiflidos se apagan. Las respiraciones se cortan. Las sonrisas abundan. El momento que estábamos esperando se acerca. La raza está lista para guacanrollear como se debe.
¿Mencioné ya que los chiflidos que precedieron al concierto eran sumamente agudos?
“CON ÉSTE DANCIN’ YO LOS VENGO A ALIVIANAR”
Tras una breve introducción que se resume en “Ya llegamos. Por cierto, el Uyuyuy anda ronco”, los tres individuos conocidos como “El Uyuyuy”, “El Currucucú” y “El Mastuerzo”, a pesar de su avanzada edad (y efectos secundarios de una vida de desenfreno), demuestran que aún pueden tocar como (me dijeron) que lo hacían en los viejos tiempos. La verdad, poco se nota de la ronquez de Sergio Arau (El Uyuyuy).
Y empezamos con la misma canción que abre su disco homónimo (con todo y dedicación a la Chata y amigas que la acompañan): “Guaca Rock”. No voy a mentir, a pesar de la edad de sus intérpretes, puedo jurar que se oye igual o mejor que la versión grabada. Lo raro es que, a pesar de que la canción tiene casi veintisiete años de vida, no se escucha tan vieja. Tal vez sea porque la tocan con las mismas ganas de siempre, o quizá es que no queremos darnos cuenta que casi tres décadas han pasado desde que apareció su primer LP. Igual, no deja de ser música para nuestros oídos.
Avanza el setlist con: “Bueno, Bueno, Bueno Probando”, “¿Tons Qué Mi Reina, A Qué Horas Sales Al Pan?” (incluyendo el Primer Foro Internacional de la Mujer Agredida por Piropos Guarros en La Calle A.C.) , “¿Te Gusta A Tí Ese Son?”, “¡Saca!”. Antes de continuar, nos advierten algo que todos temíamos desde que compramos el boleto: que las probabilidades de que alguno de ellos caiga muerto a medio concierto son bastante altas. Lo único que nos piden, en caso de que suceda, es que digamos que fue por sobredosis (aún cuando sea porque la débil estructura que los sostiene ceda ante el peso de sus instrumentos).
Entre rola y rola, no podían faltar los comentarios y chistes marca registrada de los conciertos botellescos. Aderezados, como se esperaba, de alabanzas y apoyos hacia los llamados movimientos de izquierda (que, en este país, se sabe que siempre llegan a algún lugar) como, en este caso, estar en contra de la Minera San Xavier y el ocasional insulto hacia Calderón. ¿A alguien le sorprende a estas alturas?
El flujo de música continúa con piezas como “El Guacarrock Del Santo”, “Charrockanroll”, “Oh, Dennis” y… ¡UN MOMENTO! Ya veo lo que intentan hacer…
“N’OMBRE NO HAY, N’OMBRE NO HAY”
*Brrriiing*
- ¿Diga?
- ¿Habla el murciélago?
- ¡El mismo!
- ¿Vas a ir al baile de Botellita de Jerez?
- ¡Abuelita de Batman!
- Ah, es que… es que quiero bailar contigo “La Baticumbia”
- Pues se me hace que no se va a poder porque estamos haciendo como que esa época nunca existió…
A ver, ¿cuál es el punto de hacernos creer que Botellita de Jerez se separó en 1988 cuando la mayoría de los que los conocimos hervíamos internamente por escuchar “La Baticumbia”? Digo, no es como si hubiera sido una de las canciones de los botellos con más éxito en la república mexicana; no es como si la hubieran pasado incansablemente en la radio, sacado un sencillo y un video oficial de la canción… no, esperen ¡ESO FUE EXACTAMENTE LO QUE PASÓ!
Se entiende que queramos regresar a las raíces originales de los botellos, a esa mágica época en donde Sergio Arau seguía siendo parte de Botellita. Yo sé que esa onda de andar retros está pegando desde hace algunos años y, además, la mayoría de sus éxitos son de ésa época de 5-6 años y tres discos. Pero, ¿podemos ser adultos y aceptar que existieron otros cuatro discos? Bueno, “existirían otros cuatro discos” de no ser porque están *misteriosamente* descontinuados desde hace un buen tiempo. ¿Cuánta pena puede sentir alguien por su propio trabajo?
Quizá muchos gritarían desesperados que hacen lo correcto al obviar ese reportorio de canciones, que disque es porque son de la época de “vendidos” de Botellita de Jerez. Que son recuerdos de esa época de la que nadie quiere acordarse, porque, según esto, da pena ajena. Son canciones de cuando los botellos querían ser estrellas prominentes de Televisa porque ya no tenían súper mano para pagar la quincena (porque no había quincena) y eso es algo que merece quedar en el olvido. Tal vez tendrían razón esas personas. Tal vez tendrían razón, de no ser porque en los dos álbumes en vivo varias canciones de esa “mala época” son parte del repertorio. Y no, namás una o dos. Hay más de cinco ahí grabadas. Siete de las catorce canciones de “El Último Guacarrock” son de esa época, para ser preciso.
Otros dirán que es porque, como es una época sin Sergio Arau, ahora que está de regreso en la alineación, él mismo no permitió que se hablara siquiera de que existían otros tres discos. Si, bueno, es probable, pero, ¡ESPEREN! ¿Qué ese no es Sergio Arau cantando “El Guacarock Del Santo” en “El Último Guacarock”?
¿En serio creen que se nos va a olvidar si dejan de mencionarlo? Porque hasta la discografía oficial dice que sólo tienen tres discos en su haber.
¿Dónde carajos dejan canciones como “El Santos Contra La Tetona Mendoza” (dedicadas a Jis y Trino y sus cochinadas), “Luna Misteriosa”, “El Ropavejero”, “Niña De Mis Ojos”, “Busca Amor”, “Forjando Patria”, “El Laberinto De La Soledad” o la maravilla conocida como “La Baticumbia”. ¿Tanto pinche trabajo les cuesta cantar una canción de tres minutos? Está bien que saliera hace mucho y que en realidad estuviera como tonta, ¡pero eso no le quita su estatus de épica! ¡Es “La Baticumbia”, por todos los cielos! Y no soy el único que la pide, porque ahí, frente al escenario, hay un señor que lleva pidiendo a gritos desde que empezó el concierto que tocaran “Abuelita De Batman”.
Y no sólo somos nosotros dos, porque cerca de ese buen hombre que quiere justicia para esa magnífica canción, se alcanza a ver un hombre que, desde la segunda canción del recital, levanta sobre su cabeza una copia del LP original del donde aparece esa canci…
¡UN MOMENTO! ¡EN MITAD DEL PÚBLICO, EN MITAD DEL SLAM, HAY UN HOMBRE QUE TIENE EL VALOR DE LLEVAR UN LP EN SUS BRAZOS SÓLO PARA QUE LOS BOTELLOS LO VEAN Y SE LO FIRMEN!
¡Eso es tener valor, muchacho! ¿Saben lo frágiles que son esas porquerías, con todo y sus cajitas de cartón que los protegen? Existen miles de historias de niños de menos de un metro de altura que tiran LPs desde sus manos hasta el suelo y se rompen en mil pedazos. Y este hombre tiene las agallas de llevar uno sobre lo alto, justo en el lugar donde es más probable que se rompa y sea pisado por más de cuarenta pies. ¡Eso es un hombre y no fregaderas! ¡Eso es un héroe!
“EL FINAL”
Después de tantos éxitos, llegamos a la rendición en vivo de la épica “El Tlálocman”. Gran rola concebida originalmente por Carlos Mosnivais. El Mastuerzo nos promete que será la última canción de la noche, aunque todos sabemos que es una vil falacia ya que no hemos escuchado acorde alguno de “Alármala De Tos”.
Ahora, lo malo de conocer la verdadera y completa discografía de los botellos (que incluye aproximadamente 12 discos), es que probablemente hemos escuchado sus únicos dos discos en vivo. Es malo por una sencilla razón: desde al menos los noventa, están usando exactamente los mismos chistes para presentar las mismas canciones. No es que no sea divertido verlos en vivo, o ver cómo cambian aquellas bromas que involucran la participación del público. Pero, es que son los mismos. ¡Exactamente los mismos!. Todos aquellos momentos hablados que se encuentran preservados en “Superespecial Un Plug” y “El Último Guacarrock” son repetidos. Desde los doblones llenos de cacao para presentar “El Guacarrock De La Malinche” hasta el “Primer Foro Internacional de la Mujer Agredida por Piropos Guarros en La Calle A.C.” para introducir a “¿Tons Qué Mi Reina, A Qué Horas Sales Al Pan?” o el “ballet folklórico creado por Milton Geo” que se repitió en la parte instrumental de “El Tlálocman”. Digo, no está mal pero uno esperaría que después de catorce años, la cosa estuviera más variada. Pero, tampoco los culpo. De todas formas, es la gira del arrejunte, donde nos acordamos que en los ochenta existió un grupo llamado Botellita de Jerez.
Con el mismo “ballet” que fue narrado a detalle en “El Último Guacarrock”, llegamos al final de “El Tlálocman” y, supuestamente, del concierto. Terminada la canción, los botellos hacen un intento por bajarse del ring y hacer la típica rutina de “otra, otra…” para poder regresar a tocar una más, pero al parecer la idea de tener que bajarse del ring y hacer todo ese show se les presenta como un reto para su edad. Por eso, en cuestión de segundos, regresan a sus lugares y tocan esa única canción de los botellos que todos conocen: “Alármala de Tos” (más por la versión que hizo Café Tacvba). Lo interesante es que, a pesar de comenzar el diálogo de “aprender a hacer a nuestra abuelita en tamales y cocinar fetos en almibar”, lo dejan inconcluso y se avientan a tocar así nomás. ¿No querían herir susceptibilidades dado los tiempos que corren? Puede ser.
Y así, termina el concierto.
No, ¿qué? ¿Así termina? ¡Pero si a duras penas fue una hora de concierto! ¡Entendemos que estén rucos, pero hagan paro! ¡No nos dejen así nomás! Tienen al menos otras cinco canciones de su lista “oficial” que podrían haber tocado. ¿Ni si quiera tocan la mentada “Plan B” que nos prometieron en la película? ¡Llevamos esperando Dios sabe cuántos años para que vengan! ¡HAGAN PARO!
Pero nada. Los botellos salen corriendo del lugar. Se nos van, se nos van. Se fueron. Y se fueron en chinga, como si hubieran dejado de tocar dos rolas para tener las fuerzas necesarias para escapar de sus fans.
A pesar de todo, fue una gran experiencia que me alegra haber vivido. No me arrepiento de haber asistido a uno de los pocos conciertos donde puedo decir que me sabía todas las que tocaron de memoria. Al final, todo salió bien. Los guaca rockers parecen satisfechos. Se podría decir que el concierto, estuvo como el estuche; o sea, “de peluche”.
Sólo queda un cabo suelto por resolver: ¿le hicieron caso al tipo del LP y se lo firmaron? Ah, sí, ahí llega con su LP rayoneado con sharpie.
lunes, 17 de enero de 2011
Una Mirada (Al Corazón) - 2008
12 de enero de 2011
No digo que se puede considerar “secreto” al hecho de que existe la crueldad humana, pero no deja de sorprenderme cada vez que se deja ver; no deja de ser inesperada. Generalmente, son los maestros de escuelas públicas (sobre todo universidades “autónomas”) o los niños de secundaria quienes se encargan de enseñarle a todo aquel que se les ponga enfrente lo que significa ser cruel. Y lo hacen de la manera más gráfica y envolvente posible, para que la lección quede bien entendida.
Al comienzo, el nuevo “alumno” de esta ancestral técnica puede creer que la cosa no es así o que va en contra de la misma naturaleza del ser humano, pero tanto los años como la experiencia se empeñan en hacernos creer a todos que la crueldad humana no sólo existe, sino que es lo más normal del mundo. Pero, lo que sólo se dice en rumores es el hasta dónde puede llegar. Para contestar ésta pregunta, apareció en el 2008 un documental titulado “Una Mirada (Al Corazón)”, con el que se buscaba abrirle los ojos a la sociedad y mostrarles el mundo como realmente es. Presentar la maldad en su forma más pura.
Imagina por unos minutos que eres un pequeño niño de cinco años. Un chico común y corriente, normal, que vive con sus padres y sus hermanos en una familia unida y feliz, en un barrio normal, y que juega todo el día con sus amiguitos de la cuadra. El día que cumples seis años, tu familia entera prometió ir a comer contigo a tu restaurante favorito después de clases. Emocionado, sales de la escuela al final de un cansado pero gratificante día de aprendizaje y esperas pacientemente a que tus papás lleguen por ti, manejando el bien conocido vocho azul que usan desde que tienes memoria. Estás particularmente contento porque te pusieron el codiciado sellito del búho trabajador y un excelente en tu trabajo. No puedes esperar para contarle a tus padres. Esperando, pasan una, dos, tres, cuatro horas. Hasta que la escuela recibe una llamada: una Hummer pilotada por dos adolescentes drogados, apachurró al vocho azul. El piloto del Hummer dio un volantazo inesperado cuando creyó que estaba a punto de atropellar a una familia de duendes mágicos que estaban sentados en la mitad de la carretera. Nadie de tu familia sobrevivió. Acto seguido, te llevan a un orfanato. Pero, dado que todos los orfanatos decentes de la ciudad están a reventar, eres trasladado al que está al límite de la ciudad, casi abandonado y con las condiciones más insalubres imaginables. Te trasladan al “nuevo” orfanatorio del gobierno. A partir de ese día, estás solo. Te vuelves incapaz de volver a sonreír. Por esto último, una semana después de llegar, te diagnostican con una enfermedad terminal que se llevara tus extremidades una a una, dolorosamente hasta el día de tu muerte (pronostican entre cuatro o seis años más). No hay esperanza, parece que estas destinado a vivir triste y sólo (porque los “trabajadores” públicos no se dignan a aparecer nunca y cuando lo hacen, es como si no existieras) hasta el fin de tus días.
Pero, un día, aparece un señor en el orfanato. Un tipo cuarentón, bien vestido y de sonrisa afable que va a visitarte a ti. A partir de su primera visita, pasa por el orfanato cada tarde a pasar un rato contigo, a jugar juegos de mesa o cualquier cosa que se te antoje. Pasado un mes de conocerlo, te promete que te adoptará porque eres el mejor chico que jamás ha conocido; el hijo que nunca tuvo. Pero, te advierte que el papeleo puede tomar un tiempo, por eso, para mantenerte acompañado en lo que le aceptan el trámite, te traerá a un amigo que jugará contigo todo el tiempo, que te abrazara cada día cuando despiertes. Ya te había dicho antes que Frida, su perrita, estaba embarazada y a punto de dar a luz a una enorme camada de perritos. El día que nacieron, te mostró una foto de los animalitos. Sonriendo por primera vez en años, señalas uno en específico, uno que atrajo tu mirada. Ése sería el amigo que te brindaría su amistad y compañía hasta que lograra adoptarte el señor. Después de asegurarte que al día siguiente traerá al animal, el señor se toma una foto contigo y se va del orfanato. Es la última vez que lo ves.
Pasan los años. La falta de tu única oportunidad de ser feliz en la vida te hace todavía más débil que antes, reduciendo tu esperanza de vida aún más. Finalmente, exactamente dos años y medio después de que el tipo te abandonara, encuentras una cajita de madera en esa esquina recóndita del orfanato (que ya se cae a pedazos por falta de cuidado) que nunca habías podido alcanzar. Pero, ya tienes la altura ideal y la tomas. Curioso, la abres. Dentro, hay un masacote deforme y de mal olor, hecho de engrudo de baja calidad y papel maché. Con un poco de imaginación, podría tener forma de perro. Quieres sacarlo de su caja, pero apenas lo tocas, se le rompen sus extremidades. Junto a esa cosa, hay un post-it: “¡Felicidades! ¡Has encontrado al perrito que te prometí! Él te brindará tu amistad y su compañía por siempre, para demostrarte que la vida de los huérfanos y los perritos es ya muy otra”. Dos días después, te enteras que el señor que prometió adoptarte, es ahora famoso y alabado. Le acaban de dar un premio por crear un sistema ecológicamente amigable, que le da esperanzas a niños desahuciados por medio de bellas figuras de perritos de papel maché. Tú eres el ejemplo que usa el tipo para hacerse famoso; eres el intento fallido número uno, el chiste que salió mal. En ese momento, tu corazón se rompe, literalmente, y caes muerto con una cara de decepción en tu cara.
Más o menos este altísimo nivel de crueldad y utilización indiscriminada de los sentimientos de los seres humanos, es el que Alberto Cortés quiso reproducir y transmitir por medio de su documental cuyo título, definitivamente no indica qué tan pretencioso puede llegar a ser el autor.
“Una Mirada (Al Corazón)” es el detrás de cámaras de la abominación conocida como “Corazón del Tiempo”. Antes de ver el documental, yo en verdad pensaba que Alberto Cortés quería demostrar qué tan lejos podía llevar su obsesión psicótica hacia la lucha de esos pueblos. Que, por supuesto, no era capaz de hacerlo correctamente porque no tenía el talento necesario, pero que de verdad era un producto de amor bizarro. Tras ver el detrás de cámaras, entendí el verdadero objetivo detrás de hacer tan horrible filme. Era todo lo contrario: cada célula, cada aorta, cada glóbulo del corazón de Alberto Cortés está destinado en odiar y desprestigiar al movimiento zapatista. “Una Mirada (Al Corazón)” es la prueba fehaciente de ello.
No contento con utilizar a chiapanecos inocentes sin, por lo menos, retribuirles monetariamente, no contento con burlarse en la cara de los zapatistas diciéndoles que son unos retrogradas que ni siquiera siguen sus propios principios, quiso llevar su proyecto al siguiente nivel. Quiso llevar a un nuevo límite la crueldad humana a través de la cualidad conocida como “cinismo”.
Para ello, se propuso documentar con lujo de detalle las esperanzas, las ilusiones, el trabajo arduo, los sueños y el amor incondicional de todo su staff y de la comunidad autónoma en cuarenta y cinco minutos de filme. Se tenía que notar que le abrían el corazón para así comprender la profundidad de la herida que planeaba causarles.
A simple vista, se puede notar que de verdad creían en el largometraje en donde participaban y que estaban orgullosos de ser parte de él. Hablan de lo genial que es estar inmersos en un rodaje “profesional” (comillas agregadas por mí) sucediendo día a día en el centro de su comunidad. Sentían cómo la magia del cine atravesaba sus cuerpos, sus almas. La experiencia fue una especie de lucecita de esperanza que iluminó por unos instantes sus rutinarias vidas.
Con amplias sonrisas nos dicen lo contentos que están de interpretar personajes con los que pueden aportar su granito de arena en pro de causas tan importantes y humanitarias como la defensa de los derechos humanos, los derechos de la mujer o la lucha del EZLN. Orgullosos, aceptan que a pesar de no estar preparados de ninguna manera para trabajar delante o detrás de cámaras, dieron lo mejor de sí mismos e intentaron hacer un trabajo excepcional en la medida de lo posible. Esperaban hacer una diferencia con sus actuaciones, estaban seguros de que podían cambiar la idea estereotipada que tienen todas las comunidades del mundo acerca de ellos y su forma de vida. Estaban seguros de que podían marcar una diferencia.
Todas ellos, staff incluido, depositaron su corazón entero, todas sus alegrías y esperanzas en las manos del hombre visionario (nada pretencioso) que es el director, con la ilusión de ver concretada una película asombrosa que abriera la mente y el corazón de miles de personas alrededor de México y, ¿por qué no?, alrededor del mundo. Sonreían imaginando el día que verían el producto terminado y pensaran orgullosos “yo participé ahí, yo hice que fuera posible”. Entonces, en ese momento, todos los que los rodearan les dedicaran una mirada que dijera “y estamos orgullosos de ello”.
Pero el impacto que destroza corazones no aparece a lo largo del documental. De hecho, parece un detrás de cámaras más, un documental inocente. Para entender el verdadero propósito de Alberto Cortés al ir a Chiapas a grabar, para sentir el dolor, es necesario ver tanto la abominación de película como éste detrás de cámaras. Una vez que se vieron los dos, las ideas se empiezan a unir solas. Las neuronas unen los puntos ellas solitas.
Desgraciadamente, ninguno de los participantes estaba al tanto de que el director tenía un plan malévolo para desprestigiar a todos esos pueblos, para decirle al mundo “Hey, vean cuánto no sirve ni nunca servirá el movimiento, vean lo retrógradas que son” mientras suelta una carcajada de villano cliché de película de espías.
Nadie les dio las gracias, ni mucho menos una remuneración económica. Su paga fue esa película que, si alguien pudiera considerar como “un intento mediocre de película” le estaría haciendo un favor. Su paga fue “Corazón del Tiempo”.
Todas esas esperanzas y buenas intenciones fueron desgarradas sin piedad alguna, ¿y todo para qué? Para que un hombre despiadado y sin corazón se burlara de ellos para ganar fama en el mundillo de izquierdosos intelectualoides que, aunque nunca en su vida hayan ido a Chiapas (probablemente ni conozcan su ubicación geográfica) lo alaben, lo laureen y lo consideren un genio artístico. Quizá todos entendieron el mensaje, pero para no perder su status de intelectuales, era necesario aparentar que el mensaje era lo opuesto, era necesario pedirle a conocidos y desconocidos que apoyaran películas tan preciosas como ésta. De cualquier manera, tanto el ego como la oscuridad dentro del corazón de Cortés crecieron de manera irreversible.
No sé que es más triste, que el proyecto se haya hecho tal cual se planeó, que haya sido premiado o que haya personas que defiendan su valor “cultural” de aprendizaje de otras culturas. ¿No es suficientemente obvio que todo esto es un producto de odio puro? ¿Nadie más pudo respirar la maldad que emanaba? Nos lo pusieron en frente, con luces de neón enmarcando los fragmentos claves, y ni así.
¿Cómo puede caber tanta maldad disfrazada de prepotencia en una sola persona?
Es tristísimo ver las entrevistas con los “actores”, ver la felicidad brillando en sus ojos y luego presenciar la bazofia para la que fueron vilmente utilizados. Es que no es justo. No es justo. Tanta crueldad inmerecida me enferma.
No puedo imaginar cómo se sintieron los habitantes de la comunidad después de ver el producto terminado. Después de ver cómo se burlaban de ellos, como los utilizaban y luego presumían cómo se burlaban de ellos. No quiero ni pensar en el sonido creado por tantos corazones rompiéndose al mismo tiempo.
Aunque, pensándolo bien, espero que ninguno de ellos haya tenido oportunidad de ver la película terminada. Así, al menos, se pueden imaginar que fue una de las mejores películas que se han visto y no el resultado final.
Luego que por qué pierde uno la fe en la humanidad. Tantas pobres almas en pena… y nosotros sin un futuro que ofrecerles.
jueves, 6 de enero de 2011
Corazón Del Tiempo - 2008
05 de enero de 2011
Apenas estamos en la primera semana del primer mes del año y ya todo está perdido. No, no estoy hablando de algún problemita tonto que se presentó en mi vida y que estoy exagerando. Esto va en serio. Debí verlo venir, eran demasiadas señales pero no le di importancia. Siempre he tachado mentalmente de “pelmazo” a todo aquel ser humano que se cruzara en mi vida blandiendo orgullosamente esta actitud en sus rostros y comentarios. Jamás en mi vida creí posible que llegara éste momento. Pero llegó. Al parecer, fue inevitable porque hoy, cinco de enero del 2011, perdí la fe en la humanidad.
Durante años he tenido que enfrentarme a gente que grita orgullosamente que no lee, que se creen mejores que los demás sólo por el hecho de ser unos completos incultos. Tengo que enfrentarme a seres humanos que creen que el nirvana del humor, el epítome de los chistes son los que incluyen referencias escatológicas o doble sentido. He tratado con personas cuyo único objetivo en la vida es conseguir un porro más para sentirse vivos. Y he aguantado. He sido capaz de soportar un sinfín de situaciones que harían a cualquiera dudar de la existencia de un futuro para la raza humana, pero nunca he dejado de tener, aunque sea, un ápice de esperanza para nuestro futuro.
Pero hoy, todo se desmoronó. Todo. No fue por culpa de escuchar una acalorada y larga discusión de temas tan importantes como “Jersey Shore”, o a una niñita de trece años hablando sobre sus problemas sexuales con su novio de catorce años (ha pasado). No. El día de hoy, perdí la fe y la esperanza en la raza humana después de ver una película. Una película mexicana llamada “Corazón del Tiempo”. Aunque creo que llamarle “película” es darle demasiado crédito. “Abominación” es la palabra correcta.
06 de enero de 2011
“Corazón del Tiempo” de Alberto Cortés. ¿Cómo empezar a hablar de la película del visionario director de la telenovela “Ramona” de Televisa? Supongo que lo lógico es empezar por el principio: un poquito de la historia de fondo.
En 1994, un grupo de personas del estado de Chiapas, hartos de que el gobierno no les hiciera caso y los tratara como ese tornillo que sobra cuando reconstruyes el microondas (sabes que sirve para algo, sabes que es importante, pero ya armaste el microondas y funciona; pero por si acaso, mejor no deshacerse del tornillo), decidieron crear una segunda revolución en México en donde participaría el país entero. Pero, recordando que la república mexicana se caracteriza primordialmente por apoyar con cuerpo y alma éste tipo de causas sin importar las consecuencias, sólo creyendo en los ideales, la idea fue abandonada tan pronto como surgió. Mejor, se aventaron a declararle la guerra al estado mexicano ellos solitos.
Éste día se conoce como “el día que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas en busca de su autonomía” o, simplemente, “el primero de diciembre de 1994”.
Al día siguiente, el ejército mexicano se acercó a ellos para dialogar sobre lo que pedían. Y por “dialogar”, me refiero a “le dispararon a todo lo que se moviera y cuando ya no se moviera nada, pusieron un cerco militar alrededor del área”. No fue bonito. Pero, gracias a su despachurramiento, el EZLN consiguió una cantidad impresionante de fans alrededor del mundo que promueven y apoyan la causa (incluyendo grupos musicales como Ska-P o Rage Against The Machine, o una completa devoción por parte de periódicos como “La Jornada”), así como a un manojo de intelectuales mexicanos que en su vida han pisado Chiapas pero que se reconfortan a sí mismos portando playeras, carteras, platos, pósters, muñequitos, pipas, lápices, hojas impresas o cualquier otra chunche que tenga impresas las imágenes del Subcomandante Marcos o la bandera del movimiento.
Quince años después, Alberto Cortés, completamente obsesionado con la idea de que exista el EZLN, decide demostrarles a los chiapanecos que participan y apoyan la causa qué tan obsesivo y psicótico puede ser su amor hacia ellos. En sus palabras:
“La película Corazón del Tiempo es una ventana que se asoma a ese mundo… para dejarse mirar como son, en una película campesina e indígena que se mete al corazón de un pueblo autónomo y nos muestra que los tiempos en las montañas del sureste mexicano están siendo ya muy otros.”
Entonces, ¿de qué se trata “Corazón del Tiempo”? ¿Es la historia de un pueblo reformado, donde se puede observar claramente que buscar la autonomía era la respuesta correcta, aunque haya algunos baches en el camino? ¿Se trata de un grupo de personas de algún pueblo cercano que deciden unirse al movimiento reivindicando las declaraciones del EZLN? ¿Quizá es la historia de un insurgente que apenas se une al EZLN y que, mientras el aprende cómo funciona todo y es entrenado, nos lleva de la mano a entender el mismo movimiento y la gente que lo forma? ¿Un recuento de la historia del EZLN?
No. Ni por lejos.
Al escuchar hablar acerca de la película, uno podría suponer, imaginar, formarse la idea de que frente a nosotros se encuentra un documental hecho y derecho que retrata fielmente la situación. Pero no, no, no, ¿cómo va a ser? Alberto Cortés decidió que eso era muy bajo para su visión artística y decidió hacer un largometraje de ficción. Sí, a su ver, una película basada en un guión original reflejaría PERFECTAMENTE la REALIDAD que se vive en esta comunidad. “Corazón del Tiempo” es la historia de una chica, Sonia, que está pedida para casarse con un dirigente de la comunidad donde vive, decide que esas tradiciones son idioteces y se enamora de un insurgente, cosa que no le agrada ni a su padre ni a la comunidad.
Sí. La ventana que se asoma a un mundo para demostrarnos cómo los tiempos han cambiado y son ya muy otros (por cierto ¿”ya muy otros”? ¿En serio? Según yo, es tan válido como utilizar la frase “más mejor y menos pior” en el idioma español) es la versión mexicana de “Pocahontas”, de Disney. Ya puedo oler la validación del EZLN y su ideología.
Apenas empezamos y ya estamos mal, muy mal. Un poquito más de historia: en 1994, unos días después de levantarse en armas para defender el patrimonio indígena de la gente de Chiapas, se dio a conocer una declaración donde claramente decía: “Las mujeres tienen el derecho de escoger a su pareja y no deben ser obligadas a casarse”.
Entonces, si estoy entendiendo bien, “Corazón del Tiempo”, la carta de amor de Cortés al EZLN, lo que hace es decirle en sus caras a los de Chiapas que la lucha que tienen es estúpida y no tiene sentido porque ni si quiera hacen caso a las declaraciones que ellos mismos hicieron al comienzo. Y, los del EZLN no lincharon o vetaron a Alberto Cortés a media producción, ¿porque…?
Ah, porque olvidé mencionar algo muy importante. Lo "novedoso" o "interesante" de este bodrio proviene del hecho que, para demostrar su infame (y prácticamente inexistente) "conciencia zapatista", todos (y cuando se dice "todos" de verdad se quiere decir TODOS) los actores son habitantes del lugar donde se filmó la película. En pocas palabras, la película está protagonizada por individuos al azar que los del staff vieron caminando enfrente de ellos cuando llegaron a la comunidad autónoma donde les dejaron grabar y les dijeron "¿quieres salir en una película?". Teniendo la oportunidad de buscar a alguno de los habitantes del lugar con interés en las artes histriónicas (que no dudo que existan), literalmente, agarraron a los primeros que vieron por ahí. Y se nota. En serio que se nota. Según que es para mostrar a personas reales e inocentes, que uno pueda creer que viven ahí y que no estén viciadas por el cine. Y “Space Jam” definitivamente NO era para venderles productos de Michael Jordan a los niños chiquitos.
De verdad, cuando el personaje más interesante y creíble de tu película es una vaca que aparece menos de diez minutos en pantalla y no habla, quiere decir que estás en serios problemas.
Hablando de la vaca, así empieza la película. Miguel y su padre, se encuentran llevando la vaca que les cobra el papá de Sonia por casarse con su hija al pueblo. Exactamente en el minuto 1:13, se escucha el primer diálogo. Una señora los ve con el animal y dice “Mira, ahí va la vaca.” Es ahí, en ese exacto minuto que uno entiende por qué son necesarios los actores profesionales en este mundo. Sólo le faltaba a la mujer tener en la mano una hoja de papel con letras grandes que dijera “GUIÓN” para verse más plano y menos creíble. Se requiere un don para hacer que una línea tan sencilla sea tan aburrida y plana, pero esa señora lo tiene.
Un minuto con trece segundos marca el momento exacto en que perdí cualquier esperanza de que la película fuera remotamente buena. ”Corazón del Tiempo” dura 88 minutos.
Si eso no fuera suficiente, a continuación los padres de ambos chicos hablan acerca de sus respectivos hijos y qué tanto les conviene que se casen. Y sí, el diálogo es todavía más forzado que el de la vaca. Pero, esperen, ahí no acaba. Para ilustrar mejor el punto, al minuto 2:22 (rápido, pidan un deseo), nuestra protagonista le comenta a su padre que no quiere casarse así como así, que quiere casarse por amor. La discusión se interrumpe porque, no sé, alguna tontería. Eso no es lo importante. Además de terminar de clavar la astilla de que nadie en ésta película puede decir sus diálogos creyéndosela, ilustra el segundo gran problema de “Corazón del Tiempo”: el guión.
Como todos saben, una historia de ficción que se va a llevar al cine tiene que tener un elemento indispensable, una cosa que, si no está presente, hace que todo se desmorone: conflicto. Para quienes no estén familiarizados, "conflicto" es: "Pedro quiere obtener ese collar de perlas para regalárselo a su esposa, pero existen FUERZAS ANTAGÓNICAS que harán todo lo que esté en su poder para impedir que lo obtenga". En este caso, Herman Bellinghausen, el guionista, decidió que eso de tener conflicto son pendejadas innecesarias y se encargó de crear un guión donde no sólo creara los diálogos menos naturales y creíbles de la historia (poniendo en duda que éste individuo alguna vez haya hablado con personas reales), sino que además NO HUBIERA NINGUNA FUERZA ANTAGÓNICA.
Se puede pensar que la historia de una chica que se rebela contra las reglas que se le impusieron sin su consentimiento, que decide no casarse según dicta la tradición y que dos horas después de por primera vez negarse al matrimonio (no, literalmente, dos horas después) conoce a un insurgente con quien no habla, pero que al verle los ojos, ver su sonrisa y descubrir que toca la guitarra, se enamora perdidamente de él SIN SIQUIERA SABER SU NOMBRE (bueno, obviamente se va a enamorar de él; digo, toca la guitarra. Todos sabemos que las chicas no son físicamente capaces de resistir la atracción hacia un tipo con una guitarra (poco importa si sepa tocarla o no)), puede tener mucho potencial. Es una historia ancestral, que se ha hecho miles de veces y que, generalmente funciona. Pero, en éste caso, Bellinghausen se empeña en hacerla tan aburrida, tan forzada, tan poco romántica que no funciona en absoluto.
Un ejemplo: Más adelante, Sonia, quien no se quiere casar con el tipo que la compró con una vaca, cosa que va en contra de las tradiciones y principios que crearon la comunidad autónoma donde vive, que va en contra de lo establecido por su sociedad, y de los acuerdos de palabra que se hacen entre dos respetables y honrados miembros de su comunidad, principalmente, su padre, quien se comprometió y puso en juego su honor al jurarle al padre del novio que su hija se casaría con su hijo, es una de las personas que más molestas se pondrían al respecto, vuelve a sacar el tema con su padre.
(Éstos no son los diálogos utilizados en el film, pero hago uso del estilo que, generalmente tienen. Quiero hacer hincapié en que se supone que son personas comunes y corriente, de una comunidad que vive en el centro de la selva Lacandona)
- Papá, no tengo los deseos de desposar legalmente al primogénito de tu amigo.
- ¿Cuál es la razón principal por la que ese deseo no ocupe el espacio mayor en tu lóbulo frontal cerebral?
- Lo que sucede por mi mente es que no siento atracción ni amor hacia la persona sobre la cual estamos deliberando. Mi corazón necesita al insurgente de quien apenas supe su nombre poco después de darnos nuestro primer beso.
(Dado que es la primera vez que sale éste tema a relucir de manera seria, cualquier persona esperaría que el padre se enojara, que intentara convencer a su hija de seguir con el acuerdo, quizá la correría de su casa en castigo o la desheredaría. PERO...)
- Está bien hija. Si tú eres feliz lo acepto. Pueblo, ¿no les molesta?
- No-, responde el pueblo al unísono y sin ganas.
- Insurgentes, ¿qué dicen?
- Por nosotros es una resolución magnífica que demuestra que somos un grupo maravilloso y genial, A DIFERENCIA DEL MALVADO GOBIERNO MEXICANO QUE SIEMPRE ES INTRANSIGENTE.
- Entonces, papá, ¿puedo amarlo?
- Sí, pero le dices a Miguel; es decir, el tipo que te había pedido en matrimonio y con cuya familia concertamos ésta ceremonia tan importante.
*Sonia va con Miguel*
- Miguel, no me voy a desposar contigo.
- Está bien, no tengo ningún problema con ésta resolución dado el hecho de que igual no me quería casar.
Y así, se resuelve el conflicto principal de la historia
¿PERO QUÉ SON IDIOTAS LOS DEL STAFF? ¿QUÉ CLASE DE ESTUPIDEZ ES ÉSTA? ¡¡NO PASÓ ABSOLUTAMENTE NADA!! ¡NADA DE NADA! ¿Para qué carajos se molestan en crear a un personaje joven que va en contra de la corriente si la mentada corriente se mueve para el lado contrario sin ningún problema? ¿La idea es demostrar que la vida en ese lugar es tan aburrida que ni si quiera les interesa que las tradiciones no se cumplan? ¿CUAL ES EL INTERÉS DE VER UNA HISTORIA DE IR EN CONTRA DE LO ESTABLECIDO SI LO ESTABLECIDO NO SE OPONE A LO QUE SE OPONE A ÉL?
Supongo que hasta los mismos realizadores se dieron cuenta de que con éstas resoluciones tan tontas, la historia no sería un largometraje y por ende no podrían promoverla en festivales de cine (único lugar en donde fue estrenada ésta abominación), por el único motivo de poner en la portada que estuvo presente (aunque nadie de los festivales le interesara). Para resolver éste conflicto que se les presentó, se agregaron dos "sub tramas" igual de llenas de aventura, emoción, eventos, acciones y adrenalina que la historia anterior.
Dicen los realizadores (dicen porque yo no vi nada de eso) que la cosa es reflejar cómo se siente vivir en medio de una guerra entre tu propio pueblo y el ejército, quienes los tienen “encerrados” con un cerco militar. Por eso, una de las "historias" que se presentan es la épica aventura (fuera de pantalla, obviamente), de un grupo de aldeanos que van en busca de un generador de electricidad que compraron dado que la comunidad en cuestión, no cuenta con electricidad. Con éste nuevo aparato, desean obtener (y, les juro que no pude dejar de reírme cuando pronunciaron por primera vez éste término) "Luz Autónoma".
Déjenme repetirlo. “Luz Autónoma”. ¿OK? ¿Fue captado? Continuamos.
Según explican, están en su derecho al ir por el generador y regresar sin que los militares los molesten. Es una aventura legal, se podría decir. Cuando se preparan para salir del pueblo, se les advierte que hay más seguridad que antes, que algo está pasando, que las aguas no están tan tranquilas como se creía y que hay que tener cuidado. Con un poco de miedo y todas las esperanzas de su comunidad en los hombros, salen en busca del generador.
Después de recogerlo (en Dios sabe dónde o con quién), los aldeanos ya van de regreso, con el la preciosa carga en su camioneta. Poco antes de llegar a su casa, se encuentran con un retén militar. Son detenidos. Nadie habla por miedo a causar sospechas. Uno de los militares ordena que le muestren lo que traen en el camión. Todos se ven nerviosos. Los militares alistan sus armas, se acercan a la parte trasera del vehículo. La abren. Levantan la cobija que cubre el generador y... los dejan pasar sin ningún problema.
Hay una palabra que se usa para describir estas situaciones que crean tensión y más tensión para que al final no pase nada. De donde yo vengo, se les llama ANTICLIMÁTICOS.
Para ilustrar aún mejor lo que se siente vivir rodeado de militares, más adelante hay una escena donde dos o tres convoys ATASCADOS de miembros armados del ejército se acercan al pueblo. Al darse cuenta, un grupo severamente reducido de habitantes se acerca a decirles a los militares (sin ganas porque no pueden ni siquiera esforzarse en actuar):
-Váyanse... (Favor de leerlo con la mayor cantidad de flojera posible).
Uno de los armados se baja con una caja en las manos, seguro de sí mismo. Se les planta en frente y, no es broma, les dice:
-Déjenos pasar. Traemos chocolates.
Los de la comunidad no se mueven, y con el mismo nulo entusiasmo repiten:
- No... Váyanse... No queremos militares...
El tipo armado levanta los hombres, dice "bueno" y HACE QUE TODOS LOS AUTOMÓVILES ARMADOS DEN MEDIA VUELTA Y SE VAYAN.
Así es como se maneja correctamente un posible enfrentamiento con militares. Nunca en mi vida había deseado que a alguien, sin importar quién, lo mataran a tiros de la manera más gráfica posible sólo para que pasará algo en una película, lo que fuera, pero algo...
Eso es todo. Tanto hablar de militares malos y horribles, para que casi ni aparezcan ni representen una amenaza para nadie (excepto los impuestos que pagan los pocos contribuyentes). Nunca hacen nada interesante ni nada que afecte a los inocentes chiapanecos. Las pocas veces que aparecen, se les ve a leguas que están más interesados en saber si se rasuraron correctamente en la mañana o en acordarse de cómo iba la letra de la última canción de Paulina Rubio. No les interesa atacar las garantías individuales de nadie. Tampoco es como si fueran un peligro latente puesto que todos (insurgentes como habitantes) están más interesados en el desarrollo de la historia de amor entre Sonia y el insurgente que en cualquier otra cosa.
Pero lo peor no son ellos y su actitud valemadrista. Digo, hasta cierto punto se puede entender: es su trabajo y no siempre pasan cosas interesantes en el trabajo. O si no, al menos quiero pensar que la idea era denigrar la imagen de los militares, hacerlos ver como meras plagas sin cerebro o alguna mafufada izquierdista. Las actitudes de los individuos que disque defienden el pueblo, los que se hacen llamar "ejercito insurgente" son todavía peores. A pesar de que todos en la comunidad los califican como sus héroes y salvadores, la imagen que se proyecta de ellos en la película es aún más denigrante, puesto que se supone que son los buenos. Lo único que hacen los insurgentes es cargar rifles todo el tiempo y sentarse a discutir:
- ¿Hacemos algo?
- ¡Deberíamos hacer algo!
- ¿¿Hacemos algo??
- ¡¡DEBERÍAMOS HACER ALGO!!
- ¡¿HACEMOS ALGO?!
- ¡Viva Zapata!
- ¡Viva!
- ¡Viva la revolución!
- ¡Viva!
- Vayan por agua. Nuestro entrenamiento terminó.
Y se ponen a leer un libro. Pero, en la mitad de la selva para que se vea que, son inútiles, pero re machos y aventureros.
Con personas así, no dudo que parezca que los zapatistas luchan por vivir cada segundo de sus vidas de la manera más aburrida posible
De vez en cuando, aparece un individuo que decide que estaría bien padre grabar lo que pasa. Se trata de un habitante de la mentada comunidad autónoma, una comunidad donde sus recipientes de agua son botes reciclados de refresco de 600 ml., donde no había electricidad, donde los alimentos se hacen en comal sobre un bote de basura con fuego, donde la comida se pedía con un mes de anticipación porque había que ir por ella muy lejos o les llegaba de contrabando. Ésta no sólo posee una cámara de video de alta definición (y sus respectivos miniDVs), sino que cuenta con una iMac para editar sus videos. Y no una iMac de esas viejitas, cuadradotas y pesadas de los noventas, no. Él tiene una iMac casi del año en cuestión.
¿Y nadie tiene la decencia de explicar de dónde carajos sacó esas cosas? ¡¿NADIE?! No es como si los productos de Apple fueron los más baratos o fáciles de conseguir en el mercado. No sólo eso, no. Porque, como el mundo entero sabe, tanto una computadora como una cámara de video necesitan que sus baterías se recarguen de vez en cuando. Para ello se necesita electricidad, cosa que no tenían en el pueblo cuando éste tipo presume sus videos y su computadora. Pero, él no la necesita. No. El hecho de vivir en un pueblo autónomo de indígenas debe de dotarle de poderes mágicos que hacen que las pilas de los aparatos electrónicos nunca se descarguen. Es eso o los pidió específicamente de fábrica con una pila que jamás se descargue y, como todos en el mundo apoyan incondicionalmente al EZLN, se la dieron gratis.
Tampoco es como si una película acerca de los zapatistas hubiera sido interesante desde el punto de vista de ésta persona y de su cámara, para tener un punto subjetivo pseudo-documental de la película que le daría más profundidad. Obviamente no es interesante un enfoque así, porque el individuo de la cámara aparece como cinco veces, nada más de adorno, y lo único que hace es entrevistar a insurgentes (que se echan unos sermones tan llenos de credibilidad, seguridad y confianza como la señora que dijo “Mira, ahí va la vaca”). Después de eso, presume su iMac y sus conocimientos en el software de edición Final Cut para nunca volver a hacer nada importante en todo lo que queda de la película.
Hablando de personajes inservibles, en la mayoría de las tomas, aparece un tipo con pinta de gringo o europeo, siempre apareciendo en el fondo. Me encanta que nadie nunca le habla o mencionan que está ahí. No hace nada ni afecta a ninguna acción. Pero ahí está, parado y sonriendo.
Ya que estamos en el apartado de personajes, hablaré sobre Sonia, nuestra protagonista. Siendo ella una mujer, obviamente lo único que le interesa en la vida es casarse. Como todos sabemos, las mujeres sólo aspiran a casarse y nada más. O, bueno, así debe de ser en Chiapas porque ninguna mujer habla de otra cosa excepto casarse y el amor. De ninguna otra cosa. Si eso no es un personaje unidimensional, es un horripilante Mary Sue creado por Bellinghauser cuando un día pensó “¿Cómo sería si yo fuera una mujer indígena de Chiapas que vive en una comunidad autónoma? ¿Qué haría yo?”
A eso se le conoce como fanfiction. Y uno horrible hasta para ser fanfiction.
Podría entenderse el valor artístico y cultural de la obra si, no sé, fuera una película creada, actuada, dirigida, editada y todo por gente del mismo lugar, por los mismos habitantes que quieren dar a conocer su estilo de vida o algo así. Pero no, sólo son los actores son parte de la comunidad. OBVIAMENTE, dejar que trabajaran detrás de cámaras sería un peligro para los costosísimos aparatos que llevó el staff al centro de la selva. Los del staff serán unos posers zapatistas de lo mejor y podrán haber hecho una de las peores películas, no sólo en la historia del cine mexicano sino en la historia del cine mundial, pero tan brutos no son.
Estoy completamente seguro de que la idea de dar a conocer cómo viven ahora éstas personas es maravillosa, es loable, es muy bonita. Pero este objetivo se pierde entre actuaciones menos creíbles que un cartón, diálogos forzados e irreales y una historia aburridísima que no avanza porque nunca pasa nada, llena de personajes menos dimensionados que un post-it y soberanamente olvidables.
Pero por más abominable que haya sido ésta abominación, el haberla visto no fue la razón por la que perdí la fe en la humanidad. Se acercó a causarme ese efecto secundario, pero no llegó a tanto. Lo que hizo que perdiera mi fe en la humanidad fue enterarme no sólo que las veinticinco personas que han visto ésta película (hermosa distribución la que tuvo éste bodrio, si tomamos en cuenta que en ninguno de los veinticinco videocentros en los que busqué ésta cosa (incluido dos Blockbusters), nadie había ni siquiera oído de ella), opinan que es “sublíme”, “hermosísima”, “una obra maestra” y demás adjetivos superlativos, sino que además, fue nominada como Mejor Película en los premios Arieles del 2010.
Esto dice una cosa soberanamente amarga acerca de nosotros como sociedad…